Inocua reforma política | El Nuevo Siglo
Lunes, 20 de Febrero de 2017

La propuesta de reforma política del ministro Cristo no logró los efectos que su autor se proponía. Inocua en sus alcances fue recibida con suspicacia, cuando no con sarcasmo, atribuyéndole algunos el carácter de cortina de humo para palear el tsunami de Odebrecht, otros la lastimosa condición de ideas sueltas que nada agregan a la recomposición del sistema político, pero si aportan a la descomposición del mismo Si el propósito es el de servir de pendón de una eventual aspiración presidencial, es inútil porque solo convocará la despectiva indiferencia ciudadana.

En un escenario de deslegitimación de los partidos, de las instituciones del poder público y de desasosiego ciudadano por los estragos de la corrupción y por la ineficiencia del Estado para proveer los servicios que le son propios, acudir a unos retoques cosméticos es clara muestra de un gobierno atolondrado y desconectado de las realidades que agobian a los colombianos.

Cien años gastamos en alcanzar un acuerdo que estabilizara el período presidencial en cuatro años. No tiene sentido que después de los efectos perversos de la reelección inmediata se pretenda, sin razón y con oculto propósito, aumentarlo a cinco, y extenderlo a los periodos para congresistas, gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, Significa un golpe letal para los esfuerzos de descentralización, pero también una herida profunda a la democracia, que perdería unos espacios propicios a la expresión renovadora y orientadora de la voluntad popular. Entraña venganza por el triunfo del No en el plebiscito e intenta perpetuar la animadversión hacia los mecanismos de participación ciudadana que embarga a los vencidos el 2 de octubre.

Eliminar la Vicepresidencia tiene destinatario conocido y no amerita reforma constitucional. El voto obligatorio, junto a la financiación exclusivamente estatal de las elecciones, evoca el peligro de entronización de regímenes totalitarios soñados por los entusiastas del socialismo del siglo 21. Habilitar a los mayores de 16 años para votar no tiene sentido, ni siquiera para ellos que prefieren las vivencias propias de su edad a las vicisitudes a las que serían sometidos por los mercaderes del sufragio.

No se entiende que a la orgía legislativa que se consumará con el “fast track”, se le quiera agregar un esperpento como esta pretendida reforma política que a pocos interesa. Su único mérito es el de develar el extravío del moribundo régimen en medio de las tempestades que provocó y de su incapacidad para superarlas. Violencia y corrupción siguen siendo los tormentos de los colombianos. En medio de tanta soledad sólo se oye la voz del presidente del conservatismo que indigna a sus copartidarios: “Lo que podamos sacar adelante es ganancia”