El péndulo ecuatoriano | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Febrero de 2017

Un duelo de coaliciones es el que define la Presidencia de Ecuador. El candidato más efectivo para plantear y concretar alianzas podría inclinar la balanza electoral a su favor.

Lenín Moreno, de Alianza País, fue el candidato más votado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del Ecuador. Alcanzó el 39.35 por ciento de  los sufragios, a lo que se suma que ese partido gobiernista mantiene la mayoría en la Asamblea Nacional. También debe registrarse que las fuerzas del presidente Rafael Correa ganaron la consulta popular sobre paraísos fiscales. A su turno el aspirante Guillermo Lasso, de Creo-Suma, alcanzó el 28.11 por ciento de los votos, quedando en segundo lugar con un poco menos de once puntos de desventaja en cuanto al primero. Ese es el panorama dejado por los comicios presidenciales del domingo pasado y explica por qué a Moreno se le escapó por poco el triunfo en primera vuelta, ya que debía sumar, como mínimo, el 40% de los votos y mantener una ventaja de 10 puntos porcentuales sobre el segundo aspirante. Lo segundo lo logró pero no así el primer requisito.

Ahora lo importante es qué va a pasar en la segunda y definitiva cita a las urnas, en abril próximo. La suma de los porcentajes de votación de Lasso y otros candidatos de distintos partidos pero todos antagónicos a la Presidencia, podría dar, en teoría, una ventaja a la oposición. Pero igual podría decirse de Moreno, pues una alianza con partidos afines le permitiría acercarse a la sucesión de jefe político.

Sin embargo, en política no siempre dos más dos son cuatro y cualquier cosa puede ocurrir en un panorama electoral tan voluble como el ecuatoriano. La historia reciente, desde 1978, evidencia que de diez elecciones presidenciales que se han realizado desde esa fecha en Ecuador, en cinco el candidato ganador en la primera vuelta triunfó en la segunda. En tres comicios los resultados fueron los contrarios. Y en las dos restantes, todo se definió a una sola ronda.

¿Podrá Lasso, sin caer en el populismo, remontar y ganarle a Moreno? ¿Los candidatos minoritarios tienen capacidad de trasladar votos pese a no contar la mayoría con aparatos políticos eficaces? Esos son los interrogantes más fundamentales.

De otro lado, el escándalo por los sobornos de la multinacional brasileña Odebrecht, que salpicarían a altos cargos gubernamentales, ahora podría tener una implicación mayor en la recta final de la campaña. La Fiscalía de ese país busca llegar a un acuerdo con los representantes de la empresa brasileña para esclarecer la verdad sobre los implicados en un carrusel de corrupción que habría infiltrado al gobierno ecuatoriano en los últimos años.

Es de advertir que las autoridades electorales han ganado un merecido prestigio entre los ecuatorianos y la comunidad internacional por su capacidad tecnológica y el manejo limpio de la información. Ello permitió que pese a las quejas de algunos candidatos sobre posibilidades de fraude, no hay prueba alguna de que ello hubiera ocurrido, tal y como lo certificó la misión de la OEA que estuvo in situ verificando el proceso democrático.

Los analistas sostienen que en la segunda vuelta se dará el verdadero duelo entre el populismo de izquierda y la alternativa conservadora. Se considera que el gobierno de Correa malbarató gran parte de las regalías petroleras, sin pensar en guardar recursos para los tiempos de vacas flacas. De esta manera, cualquiera que sea el sucesor deberá afrontar grandes problemas financieros, sociales y políticos.

Esa crisis económica es la que lleva a que muchos apuesten porque llegó el principio del fin para el modelo socialista de Correa, si bien se le reconocen algunos logros en infraestructura e inversión social.

Mientras Moreno apuesta a que el Presidente ahora se jugará a fondo para tratar de asegurar el triunfo de su pupilo, Lasso busca aclimatar un discurso de cambio y realismo. Sus parciales consideran que está más a tono con la geopolítica continental y la posibilidad de insertar a Ecuador en el nuevo orden mundial, del que ha estado un tanto aislado el gobierno de Correa, debido a sus alianzas con regímenes autoritarios del llamado ‘socialismo del siglo XXI’.

Como se ve, en estas seis semanas que restan para la segunda y definitiva cita en las urnas, los ecuatorianos tienen que tomar una decisión que marcará no sólo su futuro inmediato, sino el rumbo de la nación a corto y mediano plazos. Una decisión en la que el cambio parece ser la opción más posible.