Contexto | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Febrero de 2017

No hay nada en este mundo que esté libre de contexto, me digo a mí misma mientras trato de digerir la infinidad de noticias que como siempre y de manera recurrente se cierne sobre los colombianos. No hay nada en este mundo libre de contexto vaticinó hace marras el lingüista suizo Ferdinand de Saussure en su intento por desentrañar la realidad a punta de significados y significantes.

Estamos inmersos en el contexto y por tanto tenemos la obligación existencial de hacer asunción de nuestro espacio y de nuestro tiempo como un punto de partida para leer el mundo que nos toca. Si no lo hacemos, alguien lo hará por nosotros.

Me atrevo a asegurar que el contexto de Colombia no es la violencia como nos quieren hacer creer los menos de 20 mil facinerosos que hoy marchan estremecidos hacia los campamentos de las denominadas zonas veredales, aunque al parecer en el camino se quedará la mitad, casi seis mil que no son ni chicha ni limonada sino milicianos.

Nuestro contexto no es la violencia porque aunque las Farc han hecho mucho daño y mucho ruido, en sentido estricto no representan a un país de 48 millones de individuos, siendo ellos menos de 20 mil.

Nuestro contexto es el poder, porque podemos, porque se puede. Porque puedo adecúo el manual de funciones y me quedo con Invías; me voy de consultor a la empresa privada con la información privilegiada obtenida como servidor público o camino en el filito ético de las comisiones de éxito y facturo con Odebrecht por lo que el Estado debe hacer sin cabildeo ni presión alguna.

El contexto del poder hace que haya unión sin violencia, pero a la fuerza, como con Pegadit, para que encajemos y flexibilicemos y acomodemos la moral; el poder es relacional, no borra al enemigo ni al detractor ni al contradictor como lo hace la violencia, sino que lo coopta, lo minimiza, lo deja como estamos, es decir, blanditos, flojitos y acostumbrados.

Nuestro contexto es el poder porque como en Jauja, todo se puede: “Cada quien puede escoger la manera de llegar a las delicias de Jauja. (…) Porque los que van  a Jauja son en general muy flojos y la verdad, muy glotones. Solo van por el antojo. (…) lo que importa es ir contento y no hacer nada de nada, pues en el país de Jauja lo de más, es lo de menos”.

¿Pero será bueno ser tan poderosos?