Bosques amazónicos fueron trasformados por indígenas | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Siglo
Miércoles, 8 de Febrero de 2017
Redacción Nacional

Mucho antes de que los primeros pobladores europeos llegaran a las Américas en 1492, la selva amazónica fue transformada durante miles de años por indígenas que esculpieron misteriosos círculos en el paisaje.

Aunque el propósito de estos centenares de cercados, o de geoglifos, sigue siendo desconocido, los científicos dicen que podrían haber servido como lugares de reuniones rituales.

La deforestación actual, junto con fotografías aéreas del paisaje, ayudaron a identificar unos 450 de esos geoglifos en el estado amazónico de Acre, en el oeste de Brasil.

“El hecho de que estos sitios hayan estado escondidos durante siglos bajo la selva madura desafía la idea de que los bosques amazónicos son 'ecosistemas prístinos'(originales)”, afirma la autora Jennifer Watling, una investigadora post-doctoral del Museo de Arqueología y Etnografía de la Universidad de Sao Paulo.

Los arqueólogos han encontrado muy pocos artefactos en esas zonas, y los científicos sospechan que las estructuras, que se extienden a lo largo de unos 13.000 kilómetros cuadrados, no fueron construidas como poblaciones ni por razones defensivas.

Consideran más bien que los humanos alteraron los bosques de bambú y construyeron pequeños claros temporales para concentrar “especies de árboles valiosos como palmeras, creando una especie de 'supermercado prehistórico' de productos útiles del bosque”, explica el estudio en las actas de la Academia Nacional de Ciencias.

La investigación está basada en unas avanzadas técnicas empleadas para reconstruir unos 6.000 años de vegetación e historia alrededor de dos sitios de geoglifos.

Watling, que participó en la investigación mientras estudia en la Universidad de Exeter (suroeste de Inglaterra), señala que, contrariamente a lo que se pensaba, los hallazgos evidencian que el área fue intervenida por humanos en el pasado.

“Nuestra evidencia de que los bosques amazónicos fueron intervenidos por indígenas mucho antes del contacto europeo no debería ser argumentada como justificación para el destructivo e insostenible uso de la tierra que se practica hoy”, estimó.

“Debería de servir, en cambio, para destacar la ingenuidad de los regímenes de subsistencia del pasado que no degradaron los bosques, y la importancia del conocimiento indígena para identificar usos alternativos más sostenibles de la tierra”.

“Queríamos saber si la región ya estaba cubierta de bosques cuando se construyeron los geoglifos, y en qué medida las personas modificaron el paisaje para construir estos movimientos de tierra”, explica Watling.

Para realizar el estudio, el equipo extrajo muestras de suelo de una serie de pozos excavados dentro y fuera de los geoglifos. A partir de estos suelos, se analizaron los fitolitos, un tipo de planta fósil microscópica hecha de sílice, para reconstruir la vegetación antigua; las cantidades de carbón, para evaluar la antigua quema de bosques; y los isótopos estables de carbono, para indicar cómo era la vegetación en el pasado. De esta forma, los investigadores fueron capaces de reconstruir 6.000 años de historia de la vegetación y el fuego en torno a dos sitios de geoglifos.

Lo que descubrieron es que los humanos han alterado en gran medida los bosques de bambú desde hace milenios y que pequeños claros temporales se hicieron para construir los geoglifos.

En lugar de quemar grandes extensiones de bosque -ya sea para la construcción del geoglifo o las prácticas agrícolas- los indígenas transformaban su entorno, concentrándose en las especies de árboles con valor económico, como palmeras, creando una especie de “supermercado prehistórico” de los productos forestales útiles. Incluso la biodiversidad de algunos de los bosques restantes de Acre podría tener un fuerte legado de estas antiguas prácticas agroforestales.

El artículo completo se da a conocer en PNAS y cuenta con la participación de investigadores de las universidades de Exeter, Reading y Swansea (Reino Unido), São Paulo, Belém y Acre (Brasil).

La autora del estudio es profesora afiliada de la Escuela de Ciencias Biológicas. Actualmente tiene su base en la Universidad de Northumbria en Newcastle upon Tyne, Reino Unido.  Estuvo en la Universidad de Adelaida entre 2001 y 2015, y antes de eso en un puesto de post-doctorado en el Departamento de Ciencias de Animales y Plantas de la Universidad de Sheffield, Reino Unido./Con AFP/Foto Jennifer Watling