¿Dónde está la campaña? | El Nuevo Siglo
Miércoles, 25 de Enero de 2023

* La doble vuelta en Bogotá

* Los candidatos anestesiados

 

Acaba de confirmarse que el mecanismo de la segunda vuelta se hará finalmente efectivo en las próximas elecciones de octubre para la alcaldía de Bogotá, dando curso a la nueva disposición constitucional. Esto, siempre y cuando ninguno de los aspirantes logre, en la primera ronda, el 40 por ciento de la votación registrada y supere al siguiente por diez puntos porcentuales. En caso contrario, deberá procederse a un segundo evento, en noviembre, para definir quién ocupará el cargo entre los candidatos que obtuvieron las dos primeras votaciones.

A primera vista, es fácil señalar el evidente desgaste electivo al que, por este medio, será sometida la ciudad. En efecto, con los guarismos exigidos es muy difícil evitar que se produzca una segunda vuelta. Mientras que, por otra parte, es factible decir que, comprendida una campaña de esta índole, la justa por el llamado Palacio Liévano deberá comenzar desde ya.

Ciertamente no son pocas las candidaturas que, bajo este mecanismo originalmente establecido para las elecciones presidenciales, tendrán que iniciar una larga jornada de conocimiento y proselitismo hacia la primera vuelta. Y con ello no solo tratar de ganar en una sola etapa electoral, sino, en caso de no clasificar entre las dos primeras opciones, obtener un caudal de votos suficiente a fin de lograr un influjo político sustancial en la configuración de las coaliciones electorales posteriores. Cuando, por lo demás, también los concejales y ediles recién elegidos intentarán “posicionarse”, acorde con el argot tradicional. Como del mismo modo lo hacen senadores y representantes a la Cámara en el teatro nacional con respecto de la elección presidencial.

De otro lado, se incurre en este nuevo método sin haber cambiado el período del alcalde, que en Bogotá es de cuatro años. En París, por ejemplo, cuna de este tipo de adecuaciones del sistema democrático y administrativo urbano, existe la doble vuelta. No obstante, el mandato para ocupar la alcaldía es de seis años, incluso con reelección. De esta forma, la metrópoli gala pasa por un agitado lapso electoral, pero se entiende que habrá un dilatado período para cumplir con el programa y la política pública que resultó gananciosa.

Al contrario, en la capital colombiana al menos un año del cuatrienio será paulatinamente copado por las vicisitudes políticas, una vez se decante el nuevo sistema, dejando en tres años el período de administración efectivo. Inclusive, podría decirse que menos, ya que como se sabe existe un lamentable paréntesis o, mejor dicho, un cierto suspenso administrativo mientras se vota el Plan Distrital de Desarrollo, con las directrices esenciales del gobierno, largo tiempo después de la posesión del alcalde.

Seguramente los defensores de la idea dirán que, con la doble vuelta, se logra un mandato más consistente y por ende se consigue mayor legitimidad democrática. En todo caso sorprende que, con las nuevas reglas de juego, la campaña por la alcaldía de Bogotá permanezca como adormecida, por no decir anestesiada. Es posible que ello se deba, de una parte, a que la Registraduría se abstuvo de hablar del tema de la doble vuelta cuando hace unos meses emitió la reglamentación para las elecciones de octubre. O, de otra parte, porque los aspirantes siguen pensando en una campaña con las mismas normas anteriores.        

También puede ser que prefieran, en principio, hacerse conocer en programas radiales de carácter nacional, como está ocurriendo contradictoriamente; o porque los que se han candidatizado en elecciones previas consideren que tienen un caudal de votos apreciable e inamovible, que volverá a repetirse; o porque algunos crean que por su nivel de conocimiento popular solo se someterán a una campaña corta. Bajo esa perspectiva, sorprende que estén pensando así. Como quedó demostrado en la campaña presidencial anterior el que primero comenzó su actividad proselitista (Gustavo Petro) terminó ganando el balotaje, nunca dando nada por hecho y luego de una prolongada y deplorable confusión política de los demás sectores que, en medio de bandazos y camorras inverosímiles, quedaron en la lona y además sujetos al albur de un espontáneo político para el olvido que más bien fue un espejismo inconcebible.

En este sentido, es incomprensible que con los grandes temas que actualmente están sobre el tapete en la ciudad (los vaivenes del Metro, la incertidumbre del POT, la inseguridad desbocada, la justicia en entredicho, la lentitud de la región metropolitana, el agobio de la inflación, la inestabilidad económica…) las alternativas políticas se mantengan en una inercia descomunal. De seguir así, no habrá después lugar para las lamentaciones… como está ocurriendo en el escenario nacional.