El fuego y la furia de la administración Trump | El Nuevo Siglo
Foto archivo Xinhua
Sábado, 20 de Enero de 2018
Giovanni Reyes

El título evidentemente se refiere al último libro, al que está haciendo furor en las ventas relacionadas con la gente que lee y que se interesa por el manejo de los asuntos políticos -es un decir- que realiza Trump y sus colaboradores.  Es el libro “Fuego y Furia: dentro de la Casa Blanca de Trump” (lanzado el 9 de enero de 2018) de Michael Wolff, cuyo título evoca -entre otras publicaciones- la cuarta novela de William Faulkner (1897-1962) -Premio Nobel de Literatura 1949- “El Sonido y la Furia” (1929).

Se sospechaba desde el inicio, pero ahora se confirma: en la Casa Blanca de Trump se carece de principios fundamentales y normas directrices estables.  Al parecer, la gestión del gobierno se mantiene gracias a lo que John Kenneth Galbraith (1908-2006) denominó “tecnostructura”, véase la obra “El Nuevo Estado Industrial” (1967).  Esto es, personal calificado, profesional, que materializa las operaciones de toda organización, en este caso, el importante desempeño del Ejecutivo estadounidense.  Se mantienen así, las operaciones dentro de lineamientos políticos generales de los oficiales electos.

El material que analiza el libro dista de estar dentro de la coherencia estricta que busca un científico social. Ese material está constituido fundamentalmente por entrevistas no estructuradas, dichos de “radio pasillo” en la Casa Blanca, algunos correos electrónicos y confidencias.  Algo superior a algunos chismes, pero que pueden ser entendidos en un contexto etnográfico.  En todo caso, el interés por el personaje y sus manías -Trump y su estilo- no deja indiferente a nadie. 

Todo ello, en un contexto en donde desde ya, a un año de su presidencia, se vislumbra para unos como el peor presidente de la historia reciente –cuando ya tenemos datos- del país, con tan sólo un 37 por ciento de aprobación.  Y aún quedan tres años más, si es que no ocurre algo, que pudiese concretarse en un proceso de destitución, dadas las incoherencias, ineptitudes y peligros que están conllevando la “gestión” de los asuntos públicos desde Washington.

En todo caso, el libro relata situaciones que comprometerían seriamente la gestión de la actual Casa Blanca.  Uno de esos asuntos es lo que parece ser la fatídica reunión llevada a cabo entre altos jefes de la campaña de Trump, incluido su hijo, y rusos -en junio de 2016- en el piso 25 de la Torre Trump.  Allí se habría proporcionado información que pudiese desgastar la figura de Hillary Clinton.  A falta de tener propuestas, Trump se beneficiaría del desgaste de la demócrata. Típica política tercermundista.

 

Ese fue uno de los estribillos de campaña de Trump, cuando por otra parte se trataba de encubrir el hecho de las cuatro bancarrotas del magnate y que no se presentaran las declaraciones de renta, esto es de ingresos del mandatario.  Esto último revelaría su situación de activos, de deudas y de contribución al sistema fiscal del país.  Casi nada.  Con todo y ello, los seguidores del “trumpismo”, fervientes activos del voto de la ira, se pronunciaron a favor del mandatario.

Triunfo y gobierno

La obra de marras detalla procesos de la campaña presidencial y de los primeros meses en el cargo; se ilustra cómo exacerbar las emociones.  “El actual presidente ganó con un discurso directo: una retórica llana y superficial, la utilización del twitter como herramienta de comunicación esencial, la aparición repentina en shows de televisión y radio.  Se construyó un supuesto vínculo inmediato con la gente “común”, atacando incesantemente a los políticos tradicionales y al sistema político”. 

Una vez más se tiene que la posición “antipolítica” es en el fondo, una carencia de posiciones, más orientada a generar la cólera del votante que a presentar propuestas específicas y constructivas. Se trata de una auténtica farsa. Pero esa es la política de superficialidades, de “moticones” en la que nos movemos, increíblemente, en el Siglo XXI; y en este caso en particular, en la democracia forjada por hombres de la talla de Benjamín Franklin (1706-1790) y Tomás Jefferson (1743-1826) para sólo citar algunos de los más conocidos personajes de pensar cosmopolita, en la fundación de Estados Unidos.

Inaudito resulta ahora: Trump hace gobierno, gana la elección con el Partido Republicano, el mismo que fue fundado por nada menos que Abraham Lincoln (1809-1865) el Gran Emancipador.  Esta decadencia puede constatarse de manera más específica con las caracterizaciones que el “Fuego y la Furia” hace del manejo de la política interna del país. Algunas ilustraciones a continuación.

El mandatario Trump quiere hacer de todo: jefe de Estado, jefe de gobierno, jefe de gabinete, funciones de primer ministro, no se conocen canales formales de comunicación, sin delegación de responsabilidad sistemática; es también el jefe de prensa.  Un hombre orquesta, pues.  El mandatario no procesa información de manera convencional, no lee, es impredecible, inestable muchas veces, se interesa por lo que se dice de él mismo, eso sí.  No ojea, ni hojea documentos.  Algunos puntualizan que esos rasgos lo hacen ser “más cercano a la gente”.  Ciertamente, que Dios nos agarre confesados.

La dinámica de la Oficina Oval es más bien caótica.  Todos tienen acceso al mandatario, no hay prioridades ni escalafón de responsabilidades. No se distingue entre lo urgente, lo importante, lo prioritario y lo accidental, entre el sostenimiento de los capitales sociales entre aliados y capacidades de neutralización con líderes del Legislativo en Washington.  La improvisación es moneda de uso diario, corriente y cotidiano en la gestión Trump.

En política exterior, las conexiones y declaraciones, las posiciones, carecen de estrategia, de fines últimos que están diseñados en función de una paz firme, duradera, basada en los bienes comunes de la sociedad y de la humanidad.  Nada que ver con ello, se pide demasiado. De nuevo la improvisación, los acuerdos explícitos o encubiertos se basan en los negocios, no se logran distinguir las finalidades del Estado con las empresas de Trump.  Allí están para vigilarlas y tenerlas a buen recaudo, la hija de Trump, Ivanka y su yerno –íntimo de las posiciones del primer ministro israelí-. 

De nuevo, la evocación de la novela de William Faulkner no es gratuita, en “El Sonido y la Furia”; allí se incluye la perspectiva de vida de un hombre que padece retraso mental, se presenta la decadencia de una familia aristocrática del sur de Estados Unidos.  Nadie quisiera pensar que se trata de la decadencia de Estados Unidos, pero la evidencia nos empuja a aceptar lo innegable. 

Ya está descrito en los modelos de “auge y caída de los imperios” parafraseando a Paul Kennedy.  Ya está dicho.  Lástima que al propio Trump y a sus seguidores el conocimiento parece traerles sin cuidado, sin atención alguna. No se trata sólo de los rasgos infantiles de Trump ni de los chismes de su Casa Blanca.  El acecho de un peligro nuclear está presente; su “botón es más grande y funciona”.  Y todo puede empeorar, ya  no es increíble; contra todo rasgo de sensatez, el actual mandatario podría reelegirse para período 2020-2024. Las pasiones siguen al acecho mientras las apuestas se mantienen abiertas.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.