Obama, el rstaurador | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Domingo, 15 de Enero de 2017
Juan Camilo Velandia

Fueron necesarios diez  meses para que, siendo el huésped de la Casa Blanca, Barack Obama alcanzara un dato histórico en la economía estadounidense: 10%. La cifra corresponde al desempleo de ese país, durante octubre de 2009. Aquella era una consecuencia apenas lógica de la debacle financiera que el país norteamericano habría sufrido desde finales de 2008, cuando las entidades hipotecarias, los bancos de inversión y las compañías de seguros conformaron un cóctel molotov de inestabilidad económica que evocó los vejámenes de la Gran Crisis de 1929.

 Con la presión mediática -y banal- por ser el primer mandatario estadounidense afroamericano, Obama debió resistir el cimbronazo de una de las economías más poderosas -hasta entonces- del hemisferio occidental. Ante esa mágica cifra de gente sin trabajo, varios alertaron la debacle social. Tras las dos guerras mundiales, la Oficina de Estadísticas Laborales (Bureau of Labor Statistics, BLS) empezó a registrar -desde 1948- el desempleo en el país y solamente en 1982 y 1983 -durante la presidencia del actor y político republicano, Ronald Reagan- este indicador fue rayano al 10%. El máximo fue de 10.8%, en noviembre y diciembre de 1982.

Ante ese magro panorama, el sucesor de George W. Bush fue capaz de asesorarse de las personas indicadas y de recuperar la economía de su país, durante su primer mandato. De enero de 2009 a diciembre de 2012, el desempleó cayó casi un 2% y se ubicó en un razonable -aunque aún cuestionable- 7,9%. Obviamente, estas cifras no tendrían asidero sin el contexto que incluye los aportes de la mano de obra inmigrante, la creciente población y el avasallador desarrollo tecnológico del país. 

Realmente, el repunte económico de Estados Unidos también tuvo que ver -además del fortalecimiento de las relaciones comerciales con Asia y América Latina- con las medidas adoptadas por el predecesor de Donald Trump para salvaguardar la tradición de fabricantes de carros que tenía su país.

Obama otorgó -mediante actos políticos que impulsaron medidas legislativas- las ayudas y beneficios para que Chrysler y General Motors se mantuvieran como los gigantes de la industria automotriz y, por ende, generaran empleos.

Hace más de medio siglo, una docena de presidentes intentó crear un sistema de salud que cubriera a la mayoría de norteamericanos. Obtuvieron resultados nefastos. Y fue tanto el hartazgo del electorado americano que en campañas como las de Bill Clinton, Jimmy Carter y George W. Bush estos fueron temas trascendentales para decidir la victoria en la Casa Blanca.

Tuvo que llegar a la presidencia el primer demócrata afroamericano para romper esta tradición. El estilo Obama se impuso. Quiso darle un nombre certero: ‘Obamacare’. Una ley a favor del cuidado del paciente y que garantiza el acceso a la salud. Incluso, disminuyó del 16% al 10% -entre 2013 y 2015- el número de connacionales que carecían de un seguro médico y, a pesar de las críticas por la eficiencia de su modelo económico, este programa ha sido una política social destacada. En especial, si se tiene en cuenta el hito político que supuso.

Pendientes

Rara vez un mandatario había sido tan exigido en dos áreas -exceptuando los estados de defensa nacional-: la salud y la guerra. Obama dejó pendiente el retiro progresivo de las tropas de su país, en Medio oriente. Desde que anunció su estrategia de pacificación, el Congreso  -de mayoría republicana- ha truncado su camino.

Entre las negociaciones y el lobby ha desintegrado las 34 mil tropas que al inicio de su mandato (2009) estaban en Afganistán y las 140 mil que luchaban en Iraq, según el Departamento de Seguridad Nacional (U.S. Department of Homeland Security).

Con ese incumplimiento y aunado a los conflictos internos de Libia y Siria, y a la Primavera Árabe que despertó los conflictos de varios países del norte de África, Obama repitió el fallido intento de George W. Bush por estabilizar esta región. Incluso, el halo de Nobel de Paz que le fue otorgado hace ocho años tampoco le ayudó a cumplir su promesa. Realmente, aquel fue tan solo un bálsamo que amainó las críticas de la opinión pública que por aquel entonces estaba llena de incertidumbre por la difícil situación económica.

Gracias a esa política internacional en ciernes, su homólogo ruso -Vladimir Putin- se fue lanza en ristre contra él y evocó los momentos más tensionantes de la Guerra Fría. Rusia y Estados Unidos ingresaron en un rifirrafe hegemónico que, entre otros, hizo mella en el Partido Demócrata estadounidense.

Absteniéndose de una polémica, la derrota de Hillary Clinton contra Trump fue la cereza del pastel más amargo para los de ‘izquierda’. Con este panorama, aquel partido retornó a las huestes de la oposición. Incluso, generó un cisma interno que hoy dejó acéfala su estructura de poder.

Ahora, Obama puede ser reconocido como un restaurador que fue capaz de redireccionar el rumbo de ese país en dos ejes transversales de toda política social: la economía y la salud pública. Solamente el tiempo -y en el corto plazo, la presidencia de Trump- determinarán si el cuadragésimo cuarto mandatario de los estadounidenses transformó de raíz al tercer país más poblado del mundo

*Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Sabana