Más necesaria que nunca | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Enero de 2017

La arremetida de Donald Trump contra el orden mundial existente no dejará ilesa a América Latina.

Es cierto que para él Latinoamérica no es una prioridad.  (A decir verdad, tampoco lo fue -en términos generales y acaso para bien- para sus inmediatos predecesores).  Su única prioridad parece ser eso que llama "America First", aunque él mismo nunca haya tenido claro qué significa exactamente, más allá de su sonoridad; ni cuál sea la receta para hacer realidad la antífona de sus discursos, como no sea aceitar con "hechos alternativos" sus decisiones, coherentes con su retórica aunque racionalmente cuestionables.

Pero sería un error creer que la relativa falta de importancia que América Latina tiene para Trump preservará a los países de la región de las consecuencias de sus impulsos proteccionistas y su mensaje xenófobo, de su apuesta por el aislacionismo y el desentendimiento de los grandes asuntos globales, y de sus reivindicaciones soberanistas frente a las instituciones internacionales que antaño promovió fervorosamente la nación que quiere "hacer grande de nuevo".

Sería también un error creer que sólo México, tan lejos de Dios y tan cerca de su vecino del norte; o la impenitente Cuba de los Castro, que merece un futuro mejor que aquel que le prometieron y luego le robaron; serán las únicas víctimas de la intemperancia trumpiana.  Y también sería un error creer que cada país podrá construir una "relación especial" que lo preserve y salvaguarde, por muy histórica y profunda que haya sido hasta ahora su "amistad" con Washington.

Los Estados latinoamericanos tienen varias opciones para hacer frente al órdago de Trump.  Desde el acomodadizo "sálvese quien pueda", que nada garantiza a largo plazo; hasta la contestación antagónica, individual o colectiva, apelando al mismo lenguaje y al mismo protocolo del 45° presidente, cayendo en una trampa circular que sólo a él acabará beneficiando.

O más bien, llevarlo al terreno que le resulta más incómodo, donde menos sabe comportarse, donde su prepotencia podrá revelarse como lo que es -una megalomanía alimentada de inseguridades: el de la acción colectiva multilateral, allí donde pese a las asimetrías de poder, se lo puede enfrentar en un terreno relativamente allanado.  En pocas palabras, el escenario interamericano.

Por ello la OEA resulta hoy más necesaria que nunca.  No porque pueda domeñar la intemperancia de Trump o forzarlo a cambiar de tono, o a variar el sentido de sus decisiones.  Sino porque solo allí pueden hacer los Estados latinoamericanos "E pluribus unum", de muchos uno, frente a su contraparte norteamericana.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales