La encrucijada francesa | El Nuevo Siglo
Miércoles, 25 de Enero de 2017

Francia, un país querido y cercano a Colombia con el cual por estos días se estrechan los lazos centenarios, tiene la oportunidad de regresar al conservatismo en las próximas elecciones presidenciales. Después de la debacle del mandato socialista hay allí, como se sabe, un mano a mano entre la derecha serena de François Fillon y la extremista de Marie le Pen. Demostrado está que las recetas practicadas en el último lustro, con un tributarismo excesivo y una carga estatal exorbitante, no fueron ciertamente respuesta y aliciente para el pueblo francés que merece mejor suerte y recuperar el sitial que le corresponde en el concierto de naciones. 

 

Por su parte, el país galo ha sido una de las víctimas más sentidas y dramáticas del neo-terrorismo encabezado por el Estado Islámico. Igual de negativo, asimismo, fue comprobar, hace pocas semanas, que Francia perdió la guerra en Siria, a manos de Vladimir Putin, y que el teatro del Medio Oriente se aleja cada vez más de las pretensiones de la coalición que lideró Barack Obama, con el gobierno francés de baluarte, y que terminó en fiasco. El costo para Francia fue gigantesco, tanto en el interior como en el exterior, con un saldo en rojo permanente en materia de seguridad, y por eso los retos de la nueva geopolítica mundial cobran, para ellos, un interés inusitado si aún quieren ser la nación prevalente que siempre han pretendido.

 

Esto no se recupera, por descontado, de pasar de enviar grandes escuadras de aviones a la contienda bélica en Siria para luego viajar a una vereda de concentración guerrillera en Caldono, Cauca, pero se entiende que era una solicitud oficial dentro de la estrategia de reducir la agenda colombiana a esos propósitos y conseguir recursos para lo pactado con la subversión. Experiencias galas en desminado y búsqueda de desaparecidos serán básicas. En otros países latinoamericanos visitados por el primer mandatario francés, François Hollande, se vigorizaron las relaciones con todo el vuelo. Ese es el recuerdo que también quedará aquí, con el relanzamiento propio, sabido que son múltiples y excelentes las empresas francesas, motivo de una gran cantidad de empleos, y nutrido el intercambio cultural y turístico, aparte de ser Francia inspiración intelectual desde tiempos históricos. 

 

Frente a las elecciones que se avecinan, la postura ante la Unión Europea de quien gané en el país galo es, desde luego, vital. La organización continental no aguantaría otro estremecimiento al estilo del británico. Con todo y ello, el tema está sobre el tapete y hace parte indisoluble de la próxima jornada electoral francesa, donde la inmigración es punto focal de la política. El euroescepticismo ya es cosa común y corriente dentro de la fibrilación emocional en que se mueve Europa. Mucho más luego de la posesión de Donald Trump. Y todavía peor después de la última asamblea de Davos, donde no hubo una sola contestación encomiable al malestar de la globalización y la perdida vertiginosa de empleos. De hecho, el único anuncio exacto fue el de que, en los próximos lustros, se perderán siete millones de plazas laborales mientras la economía creará máximo dos millones y media. Una catástrofe anunciada.              

 

En tanto, lo que comienza a verse, después de la demostrada impotencia izquierdista en la gran mayoría de países, es una división del espectro político entre la centro-derecha y la derecha extrema. Es ahí, ciertamente, donde se desenvuelve el nuevo escenario mundial. Sobra con mirar los resultados ideológicos de la reciente reunión de los líderes ultra derechistas europeos, en Alemania, para observar que ahora han escogido de principal enemigo a la centro-derecha. Esa, desde luego, es una pugna de vieja data que desaparece y reaparece a cada tanto. Por ejemplo, el peor error de los conservadores alemanes, asociados en el mayoritario partido de centro-católico durante la época de Hitler, fue haberse desplazado hacia el nacionalsocialismo. Ello acabó con los resortes democráticos germanos, dándole facultades extraordinarias y trámites expeditivos al Führer, lo cual hirió de muerte la Constitución de Weimar y sumió a Europa en el caos.

 

La esperanza, en Francia, por supuesto, es que se mantenga la centro-derecha de François Fillon ante la embestida extremista de Le Pen y el populismo socialista, que anda proponiendo el oro y el moro a lo Nicolás Maduro. Reducir drásticamente el gasto público, bajar la nómina estatal en 500.000 funcionarios, templar la seguridad, producir desarrollo con equidad y afianzar la cultura, todas propuestas de Fillon, provienen del centro-católico recién fundado en el partido republicano. Esa es la alternativa, para que Francia vuelva ser grande.