Estados Unidos como empresa | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Enero de 2017

Por primera vez en la historia democrática de los Estados Unidos accederá un empresario a la Presidencia. Y esa es la noticia de fondo de lo que encarna la posesión de Donald Trump, esta semana, por cuanto habrá un punto de vista inédito sobre los problemas del Estado. Aquella nación nunca había tenido un primer mandatario cuya noción de las cosas procede casi exclusivamente de la expansión patrimonial, el costo-beneficio de las inversiones y nóminas y la generación de utilidades, en resumen, el ánimo de lucro ordenado y sistemático. Lo que se llama: empresa. Con ello el país de la convicción capitalista, de la innovación y de la productividad como mecanismo de ascenso social, tendrá el escenario para demostrar qué significa eso hoy y dentro de las telúricas características políticas contemporáneas. Y qué comprende esto en un mundo donde la práctica capitalista mantiene conceptos contradictorios.

 

En los Estados Unidos, el sistema de libertades es indisociable del capitalismo y viceversa. Es decir, la democracia debe llevar a la producción de excedentes de capital, a través del libre juego de la iniciativa privada, que después se reinvierten para un mayor aumento económico que, con base en la distribución tributaria determinada por el Estado, debe proporcionar cada vez mejores índices sociales, un incremento de la capacidad crediticia o de ahorro individuales y un afianzamiento de los postulados democráticos. El viraje que se dará, pues, con la posesión de Trump consiste en un cambio de agenda sobre los debates sociológicos de Obama y con la mira en el capitalismo como motor y productor del progreso humano, donde los elementos centrales serán la inversión, el crecimiento y el empleo, sobre la base de la seguridad.

 

Hasta hace poco, el mundo estaba acostumbrado al capitalismo de la posguerra que llevó a la globalización y el libre comercio como sustrato fundamental de la sociedad que, por estas características, terminó definiéndose de “sociedad de consumo”. Y que hoy parecería exigir cambios drásticos, no solo por su objeto, sino por los sacrificios sociales para producir la espiral consumista. En efecto, ello no solo ocasionó el resultado del Brexit, sino también la victoria de Trump, soportada básicamente en los trabajadores norteamericanos que, dentro del esquema económico globalizador, se han visto tratados como escoria. Las promesas de Trump de tratar a esos trabajadores como seres humanos originaron su victoria y la debacle de Hillary Clinton, que hizo caso omiso de las súplicas de quienes habían sido tradicionalmente baluarte del Partido Demócrata.

 

Desde luego, tener a un presidente que ve a Estados Unidos como una empresa de múltiples filiales, con su junta directiva de la cual él es el mandamás, no va a ser fácil. Por lo general, un empresario no entiende de los intríngulis políticos y mucho menos se va a sentir cómodo con el tamaño, lentitud, y a veces negligencia estatales. Y eso seguramente va a generar hondas fricciones a lo largo del mandato. Por igual, los académicos ni los periodistas están acostumbrados a ver las realidades circundantes a través de un balance o del estado de pérdidas y ganancias. Por eso se han visto a la defensiva y poniendo su interés en otros asuntos. Tampoco va a ser fácil adecuarse a un escenario de este tipo donde lo que cuenta son las cifras, el cumplimiento de las metas, las causales del déficit y el análisis de los resultados. Pero ello será así sobre inmigración ilegal, indicadores de salud, calidad de la educación, aranceles, orientación del presupuesto o construcción de infraestructura.

 

Por supuesto, con Trump habrá polémicas para dar y convidar fruto de su carácter imperioso. Pero ojalá ello se quede en las innecesarias controversias internas con los actores y los medios, asimismo rabiosos como si fueran parte de la pugna por el poder, y no pase a mayores, por ejemplo, a los estrados internacionales. Pero, a no dudarlo, los cambios en la concepción del capitalismo, donde el propósito de Trump es dirigir a los Estados Unidos como el dispensador del sistema mundial, generarán controversias en el ámbito internacional. El nuevo presidente tiene la concepción de que el sistema actual conserva lo ancho para los de afuera y lo corto para los de adentro. El pueblo norteamericano votó por el equilibrio de las cargas. Está bien. Siempre y cuando ello sea justo y se verifique a través del diálogo, la legalidad y la negociación. Solo así Estados Unidos podrá ser “grande” otra vez.