El comercio ilegal de animales silvestres | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Policía Nacional
Domingo, 22 de Enero de 2017
Alvaro Sánchez

“Si un hombre aspira a una vida correcta,

 su primer acto de abstinencia es el de

lastimar animales”,

León Tolstoi

 

A raíz del tema tratado la semana pasada en estas líneas, sobre los peces decomisados en un acuario de un centro comercial de Bogotá y que luego fueron sacrificados, he estado haciendo algunas averiguaciones y leyendo varios informes sobre el tráfico de fauna silvestre en Colombia, negocio considerado como el tercero en cuanto a utilidades dentro de los negocios ilegales del mundo.

Haciendo abstracción del aspecto comercial es quizá uno de los negocios más crueles y se ha convertido en amenaza directa para el equilibrio y la estabilidad de los ecosistemas del planeta, amén de atacar la biodiversidad de nuestro país.

Dada la diversidad de nuestro territorio, el delito del tráfico de fauna silvestre es cometido en todo el territorio nacional, siendo especialmente grave en la ciudad de Bogotá, en la que confluyen proveedores y compradores, no solo de Colombia sino de todas partes del mundo.

Es de destacar que la protección ambiental en Bogotá es hoy por hoy muy deficiente y que basta pasear por Chapinero o por Barrios Unidos para conseguir prácticamente cualquier tipo de especie exótica. A pesar de que desde 2009, en el marco del Primer Encuentro Distrital de Protección Ambiental, se acordó tomar acciones urgentes para controlar la problemática, hoy no se ve ningún tipo de disminución en la misma.

Mediante la ley 17 de 1981, Colombia adhirió a la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites). Mediante este acuerdo asumió, entre otras muchas cosas, la implementación de medidas de control efectivo sobre el tráfico ilegal de fauna silvestre, pero muy a pesar de este convenio y de la inmensa cantidad de leyes que tenemos al respecto el delito se mantiene y quizá no sea exagerado decir que crece a diario.

¿En qué falla el control?

Existen innumerables variables que podrían explicar el porqué de la continuidad del delito. Veamos algunas:

  • La primera es claramente la falta de voluntad política. Para ratificar esta afirmación baste decir que, a la fecha, no existe un sistema estadístico confiable que permita controlar el tráfico. Aunado a esto hay una desincronización entre las autoridades, lo cual hace altamente ineficiente la acción del Estado contra el delito.
  • De otra parte, las autoridades ambientales no suelen tener un conocimiento claro de la legislación y de los procedimientos que se deben llevar a cabo cuando se reciben denuncias sobre el tema.
  • Finalmente algunas autoridades ambientales tienen centros de recepción y rehabilitación de fauna silvestre que se ven desbordados a diario, dada la cantidad de especies capturadas. Lo anterior, aunado a la poca visibilidad de los anuncios y campañas contra el delito, aumenta la impunidad y estimula la comisión del mismo.

Otras consideraciones

El tráfico de fauna silvestre es un tema que debería ser considerado con suma atención, no solo por las autoridades ambientales sino por todos y cada uno de los colombianos, dada la afectación que está generando en los animales que, en resumen, son seres vivos con capacidad de sentir dolor. Pero también el impacto en los ecosistemas, el patrimonio ambiental de la nación y en la supervivencia misma de la especie humana.

La demanda de este tipo de comercio es cada día más creciente, tanto a nivel nacional como internacional y por este motivo llegan a Bogotá, como centro natural de distribución, cientos y cientos de animales de diversas especies que son extraídos de sus hábitats naturales en todas las regiones del país.

Se calcula que de cada cinco animales extraídos de su hábitat solo dos llegan a sobrevivir para su comercialización, y que de cada tres comercializados solo uno alcanza a vivir en cautiverio por lo menos el mínimo del promedio de vida de su especie. Los sobrevivientes, después de las condiciones extremas a las que son sometidos, son vendidos como mascotas o para exhibición pública o  investigaciones no autorizadas.  

En el caso de Bogotá la mayoría de los animales decomisados llegan al “Centro de recepción y rehabilitación de fauna silvestre”, y lo hacen en un muy mal estado debido a la falta de alimento y de agua, condiciones precarias de transporte, mezcla con individuos de otras especies con los cuales no suelen o pueden convivir, entre otras.

Se calcula, ya que no existen cifras exactas suministradas por el centro, que a la fecha hay más de 2.000 animales en este sitio, A esto hay que sumar el hecho de que con frecuencia en la “Unidad de rescate y rehabilitación de animales silvestres” de la Facultad de Zootecnia de la Universidad Nacional, se ven avisos que indican que no se reciben más individuos de determinada especie por falta de cupo. Debo aclarar que esta labor no es responsabilidad de la universidad y sí de las autoridades ambientales. 

En Bogotá también está un centro de recepción para animales decomisados, a cargo de la Policía Ambiental, pero este no cumple con las condiciones mínimas para la correcta manutención de las especies y tampoco tiene la capacidad suficiente para el albergue de todos los individuos.

¿Qué hacen las autoridades?

En el Código Penal de nuestro país se establecen penas de entre 32 y 90 meses de cárcel así como multas de hasta de 15.000 salarios mínimos a quienes incurran en el delito de tráfico ilegal de animales silvestres (artículo 328).

A pesar de esto las investigaciones de la Fiscalía por este delito son prácticamente inexistentes si se tiene en cuenta la dimensión del problema. De otra parte la Procuraduría abrió en la última década más de 1.600 investigaciones y de ellas no se logró tener sanciones en firme en más de 260 casos. Existe, entonces, claramente un vacío en la autoridad y una falta de compromiso de todos para con nuestros animales y ecosistemas.

Entre tanto nuestra autoridad ambiental toma decisiones como la del centro comercial Atlantis. En ellas se soluciona el problema asesinando a los animales decomisados pero, a pesar de que es de público conocimiento la comercialización de los animales, no se hace nada al respecto.