El auge de las potencias a partir de Trump | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 22 de Enero de 2017
Redacción internacional

El orden  mundial, a partir de esta semana, va a empezar cambiar. No es un secreto que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, tiene una visión diametralmente opuesta a la de su antecesor. Por ello, tendrá que redefinir su relación con China y Rusia, las otras dos megapotencias del mundo, con base en un principio básico: el respeto de las áreas de influencia.

Al parecer, Trump no intervendrá en lugares donde Pekín y Moscú han sido tradicionalmente fuertes a cambio del respeto por parte de ellos de su poder en Latinoamérica, Europa o parte del Medio Oriente; y otras partes del mundo.

Será, pues, una lógica de costo-beneficio, que intentará, de cierta manera, volver al viejo orden que se implantó después de la Segunda Guerra Mundial, con un actor más sólido, China, y uno menos fuerte, Rusia. No es una vuelta a la Guerra Fría, aunque así  parezca a primera vista.

Kissinger

Esta visión de la política exterior tiene un padre fundador: Henry Kissinger. Su larga trayectoria marcó los gobiernos de Richard Nixon y Gerard Ford que actuaron en el mundo conforme a sus consejos. Sólo un dato: fue el primero en hablar con el cerrado régimen comunista chino en 1979. Aunque en Latinoamérica es poco querido por el rol que jugó durante las dictaduras militares.

El 17 de noviembre, tras un mes y medio de haber ganado la elección presidencial, Trump llamó a Kissinger para buscar sus consejos. Una de las primeras preguntas que le planteó, sino la única,  fue el manejo de las relaciones con Rusia y China, cuya influencia es determinante en el resto de la agenda internacional: Corea del Norte, Irán.

Nadie conoce, salvo el equipo de Trump, cuáles fueron las conclusiones de la conversación, pero se puede decir, de acuerdo a las declaraciones del exsecretario de Estado y los discursos del presidente, que parte importante de su  tesis  de reacomodar el orden internacional, vino de esa charla.

¿Por qué? A sus 93 años,  Kissinger sigue defendiendo el realismo político como base del papel de Estados Unidos en el mundo. Para él, las relaciones con las potencias rivales deben ser pragmáticas, buscando el mayor nivel de beneficio para su país. Así lo dijo en una entrevista con la revista The Atlantic, en un extenso perfil de su vida, cuyo título era “El mundo en caos y el mundo en orden”.

La descripción del orden mundial por el exsecretario de Estado no lo pudo caer mejor a Trump, quien cree, efectivamente, que el mundo “es un caos”. Que ha sido la falta de orden en las prioridades de Estados Unidos lo que ha permitido la proliferación del yihadismo en Medio Oriente, la extensión de China en el Pacífico (entre muchas cosas más) y el renacimiento de Rusia como potencia.

La china mercantil

China, China, Trump sólo habla de China. ¿A qué se debe su obsesión con el gigante asiático? El presidente critica el desequilibrio en las relaciones económicas entre Pekín y Washington. Dice que manipula de las divisas para estimular las exportaciones chinas, generando condiciones negativas para las compañías norteamericanas.

Ante las supuestas malas prácticas de China, Trump ha dicho que le impondrá una tasa del 45% a la mercancía que llegue de su país, llevando a Pekín a renegociar las condiciones comerciales con Washington.

China es un actor muy peligroso para los intereses laborales de Estados Unidos. Sólo en 16 años como miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) generó dos millones de despidos de ciudadanos norteamericanos en su territorio. Una cifra que si le suma el impacto que han tenido las políticas comerciales sobre el empleo en Estados Unidos, sube sustancialmente.

Pero como dice Kissinger a The Atlantic: “el arte de la política exterior es reconocer cuando los intereses aparentemente periféricos se funden en núcleos. En cierta medida, la política exterior puede intentar fusionar los intereses centrales de la competencia -y ése es el medio de convertir la confrontación en cooperación (es decir, la apertura a China)”. 

Esto será lo que, seguramente, Trump va intentar con China: fusionar intereses. La amenaza de subir los aranceles a las exportaciones chinas golpea muy fuerte a una economía que cada vez está creciendo menos. Pero los bloqueos que  le impondría Pekín a las corporaciones que tienen sus bases allá como Apple y Boeing, pondría en peligro el equilibrio de estas empresas, aunque una de las políticas principales del mandatario estadounidense  sea traer el capital norteamericano al país.

Xi Jinping, presidente chino, ha dicho que está dispuesto a negociar. “Nadie saldrá beneficiado de una guerra comercial”, dijo en Davos. Pero la respuesta de Washington, hasta el momento no ha estado encaminada en esa línea. El secretario de Comercio, Wilbur Ross, habló sobre el tema esta semana y anunció que las leyes norteamericanas le permiten implementar sanciones, enfocándose en China.

Vladimir Putin

En los últimos meses Vladimir Putin ha dado dos golpes de autoridad: ganó, casi, la guerra en Siria y filtró la campaña presidencial de Estados Unidos. Si bien la administración Obama le impuso sanciones, el debutante presidente dijo que habría que estudiar aquellas decisiones y  dio a entender que prefería un encuentro bilateral con Moscú, antes que la imposición de medidas punitivas.

En ese juego de poder, Trump no quiere aflojar antes las amenazas de Moscú, para ello buscará acercase a Putin para dejarle las cosas claras: el respeto de las áreas influencias. El presidente de Estados Unidos cree que teniendo al enemigo cerca logrará mejores resultados que manejando una retórica de confrontación a distancia, como lo hizo Obama.

Éste, que tuvo una política multilateral basada en el diálogo y el consenso, no logró aplicar lo mismo con Rusia, que siempre fue un país incómodo e intratable, lo que lo llevó finalmente a decretar sanciones por su filtración en la campaña presidencial, y por otras muchas cosas. Putin y Obama fueron enemigos silenciosos.

Trump, en una entrevista esta semana en el periódico Times de Londres, dijo que posiblemente buscará un acuerdo nuclear con Rusia para reducir el armamento a base de uranio. También afirmó que  “las sanciones le hacen mucho daño a Rusia”, dando a entender que de alguna manera no está de acuerdo con las medidas que tomó su antecesor y las que habitualmente impone la  Unión Europea, salvaguardando los intereses de Ucrania frente a expansionismo ruso.

Crítico de la gestión de Obama y del papel de Europa, el nuevo presidente norteamericano considera que hay que renegociar sanciones y otras cosas más. Entre ellas, la participación de Estados Unidos en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la que ha descrito como “obsoleta”, no sólo por su inefectividad, sino porque la mayoría de miembros “no pagan” la suma establecida para ser parte de esta: 2% del PIB.

El mundo afronta un nuevo orden basado en las potencias: Estados Unidos, China y Rusia. El discurso multilateral, marcado por relaciones horizontales, parece algo del pasado. A partir de ahora vuelven a florecer los grandes poderes, que decidirán cuál es el curso de las cosas. Es el orden de Donald Trump.