Bauman: clarividente de la modernidad líquida | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Sábado, 21 de Enero de 2017
Giovanni Reyes

Como era de esperarse al momento que sucediera, la noticia de la muerte de Zygmunt Bauman (1925-2017) se ha apoderado de los principales titulares de la gran prensa internacional este pasado lunes 9 de enero.  El influyente pensador polaco moría en esa fecha a los 91 años de edad, dejando un importante legado. 

Sus aportes se centran esencialmente en un actualizado humanismo. Esto incluye el sentido de la vida, nuestra posición y guiones generales de conducta, nuestros compromisos diarios, actitudes, responsabilidades y especialmente valores éticos para la existencia que nos ha tocado vivir en particular desde mediados del Siglo XX y los preludios del Siglo XXI que ahora tenemos.

Muy probablemente Bauman junto a Jürgen Habermas (1929 -) eran los filósofos y sociólogos vivos más importantes del mundo.  Sus contribuciones son referentes en áreas de fundamentación de vida, educación, desarrollo humano y social, actualización de las teorías de convivencia y geopolítica. 

En Bauman encontramos el aporte substancial de la teoría de la “modernidad líquida”.  Para este autor, más que post-modernidad se trata de una era en la cual “nada es sólido” es decir nada es permanente, ya han desaparecido los innegociables de lo esencial.  De lo que en la convivencia humana y en teoría de juegos constituyen lo “fundamental”.

Bauman expone sus teorías desde el punto de vista que aspira al “realismo” es decir de una descripción e interpretación crítica del mundo actual.  No se centra en lo normativo.  No se inclina en general por las evaluaciones a partir de un patrón determinado de criterios.  Expone más bien en función de las percepciones y de sus validaciones empíricas, con los contrastes respecto a contenidos y contextos que se presentan.

En sus postulados establece cómo los valores llegan a ser relativos fundamentalmente relativos, punto en donde coincide con los postulados del “relativismo generalizado” de Joseph Ratzinger, el Papa Emérito, Benedicto XVI (1927 -).  Bauman discrepa de la utilización de post-modernidad dado que, como señala, con esta denominación se tiene demasiada ambigüedad.  Se establece una “etiqueta” de algo, sin que la misma proporcione prácticamente ninguna referencia al contenido. 

Respecto a este último aspecto, difiere por lo general de los grandes autores referentes de la post-modernidad y del post-estructuralismo, tales como Jean François Lyotard (1924-1998), Michel Foucault (1926-1984), Jacques Derrida (1930-2004), Martin Heidegger (1889-1976).  Es decir los autores que plantean que en las actuales condiciones los grandes discursos han dejado de tener aplicabilidad.

 

Como parte de la modernidad líquida, nuestro autor establece que los valores, las actitudes, decisiones, en general los guiones de vida actúan como fluidos, es decir como entes que se adaptan al recipiente que los contienen.  Más directamente la analogía sería que se adaptan a las circunstancias, contextos y coyunturas en las cuales se opera. 

De allí parten dos principios.  Primero, la “dictadura del relativismo” enunciada por Ratzinger.  Y segundo, elaborado por Bauman mismo, quien establece lo efímero de las cosas, la cultura del despilfarro.  Uno de los referentes en este sentido, sería, aunque no el único, Estados Unidos, país en el cual, con el 5 por ciento de la población mundial, produce cerca del 32 por ciento de la basura del mundo y un 26 por ciento de los gases cloro-fluoro-carbonatos (CFC) responsables fundamentales del calentamiento global.  Aspectos este último que se relaciona con la posición negacionista de tal fenómeno por parte de Trump.

Las críticas palabras de Bauman sobre la perecibilidad de las cosas, de las relaciones, de los objetos, en su obra se encuentra el planteamiento: “La nuestra es una sociedad basada en el consumo.  En ella la cultura, al igual que el resto del mundo experimentado por los consumidores, se manifiesta como un depósito de bienes concebidos para el consumo, para lo efímero, todos ellos en competencia por la atención insoportablemente fugaz y distraída de los potenciales clientes, empeñándose en captar esa atención más allá del pestañeo”.

Por supuesto que la obra de Bauman trataba de tener una estrecha e inmediata conexión con la realidad actual.  Tan sólo en noviembre de 2016, para el diario El Mundo de España, concedió una última entrevista.  En ella hacía una fuerte crítica a la actitud de líderes europeos. Ellos, indicó, “Generan ansiedad, miedo al terrorismo, miedo a lo extraño, miedo a la gente que viene, según ellos, a comerse nuestro pan y a quitarnos nuestros trabajos.  Eso es lo que hacen personas como Marine Le Pen en Francia, además de otros movimientos similares extremadamente conservadores: sacar capital político exacerbando el miedo al otro, al extraño”.

Se espera que este año su último libro, el que sería una obra póstuma: “Retrotopía” pueda ser publicado.  Sería como el epílogo de los planteamientos contenidos en sus obras principales; para solo citar las últimas: “Modernidad y Ambivalencia” (1991), “La Globalización” (1998), “Modernidad Líquida” (2000), “Amor Líquido: Acerca de la Fragilidad de los Vínculos Humanos” (2003), “Vidas Desperdiciadas” (2004), “Estado de Crisis” (2014).

Pienso en Bauman ahora ya ido, en su legado intelectual, y en los actuales escenarios en donde no prevalecen los planteamientos de consenso sino de fuerza. Los acontecimientos pueden referirse al “brexit”, a la elección última de Estados Unidos, a la Corea del Norte con sus amenazas nucleares mientras grandes sectores de ese país deben ser atendidos para no perecer por hambre.  Pienso que hoy en día, cuando más necesitamos de diálogos y de que mediante la ciencia y la tecnología podamos detener el calentamiento global, es precisamente ahora, cuando se tiene la amenaza de apretar el acelerador.

Buman puede decirnos cosas incómodas, pero que son útiles para actuar.  Eso es preferible a las mentiras que nos adormecen.  El filósofo desaparecido lo expone de manera categórica: “Además de tratarse de una economía del exceso y de los desechos, el consumismo es también, y justamente por esa razón, una economía del engaño.  Apuesta a la irracionalidad de los consumidores, y no a sus decisiones bien informadas, tomadas en frío.  Apuesta a despertar la emoción consumista y no a cultivar la razón”. 

Paz a su alma; que la resignación sea plena para sus deudos; que su mensaje pueda ayudarnos a reflexionar y actuar, teniendo la actualidad que tanto lo demanda.         

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.