Gente. Evitar que el manatí desaparezca, lucha de Álvaro y Enrique | El Nuevo Siglo
EL MANATÍ corre diferentes riesgos, entre ellos la caza y la pérdida de hábitat natural por las sequías y la extensión de las fronteras agrícolas. /Fotos Fernando Trujillo-Fundación Omacha
Viernes, 26 de Enero de 2024
Redacción Medio Ambiente

POR SER un animal robusto y de forma cilíndrica, con sus aletas el manatí evita la sedimentación en los cuerpos de agua en donde se encuentra y su excremento es apetecido por los peces. Sin embargo, a pesar de su importancia, la especie corre el riesgo de desaparecer.

Fundaciones como Omacha o el mismo Ministerio de Ambiente adelanta programas para proteger a estos animales de hocico cuadriforme, cubierto de gruesos pelos sensoriales y cuyas fosas nasales se cierran como válvulas cuando se sumergen.

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Su piel está cubierta por pelos finos y separados, es de color entre gris pálido y café en los adultos, y las crías son más oscuras. El tamaño puede variar entre regiones geográficas, con un rango entre 2.5 y 4.5 metros y puede pesar entre 200 y 600 kilos, llegando a casos extremos de 1.600 kilos. Al nacer, pueden medir cerca de 1 metro y pesar entre 18 y 27 kilos. Las hembras tienen una glándula mamaria debajo de cada aleta pectoral.

Hay personas como los pescadores Álvaro Fabra y Enrique Rivas, quienes recuerdan que cuando eran jóvenes, sus padres y abuelos cazaban manatíes en el río Magdalena. Sin embargo, hoy son guardianes de esta especie y lanzan llamados de auxilio por WhatsApp para salvarla de la extinción.

El espacio para que estos animales naden se está angostando por las sequías producto del cambio climático, la expansión de la frontera agrícola y la contaminación en el río más largo del país (1.540 km), que conecta el centro con el mar Caribe.

En una ciénaga de Barrancabermeja, en el departamento de Santander, Fabra, de 53 años, navega en busca de manatíes. Su rol es clave para monitorear el comportamiento de la especie y ayudar a organizaciones ambientales a hacer un cálculo del número de individuos.

Aunque pueden llegar a medir 3,5 metros y pesar hasta 600 kilos en la edad adulta, la turbidez del agua le impide verlos. Por esa misma razón su seguimiento y cuidado se ha dificultado en Colombia, que no tiene cifras claras sobre su población.

El pescador recuerda que sus antepasados pudieron llegar a matar muchos manatíes en un día. “Cuando era muy pelado mis abuelos, mi papá, los mataban. Tres-cuatro mataban en el día”, dice.

Pero eran otros tiempos. Convertido en un defensor de la especie gracias a la tarea de concientización de organizaciones medioambientales, asegura ahora que “hay que quitar” esa “cultura”.

Varados

Si la caza es parte del pasado, las nuevas amenazas hacen que queden encallados cuando baja el nivel del agua.

La ONG WCS (Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre) Colombia calcula que entre 2010 y 2023 se han registrado 40 incidentes de “varamientos” con manatíes en la región del Magdalena Medio, en los que 31 de ellos mueren.

Lo mismo ocurre en otras regiones cercanas al Caribe, donde los herbívoros, que también están presentes en México, Panamá, Belice y Brasil, son claves para evitar la sedimentación.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) los incluyó en la lista roja de especies amenazadas y calcula que en el mundo hay apenas 2.500 adultos.

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Fuera del agua los manatíes apenas asoman la cabeza para comer pasto y rara vez dejan ver sus aletas delanteras. Pero cuando los ríos se secan quedan inmóviles.

Expertos señalan que en el Magdalena son víctimas del cambio climático, que seca las ciénagas, y de la presencia de cultivos cercanos de palma de aceite, que requieren una gran cantidad de agua.

Ayuda por WhatsApp

Un llamado de auxilio a tiempo en WhatsApp podría garantizar la vida de aquellos animales que quedan paralizados.

La “red de varamientos” es un espacio para que la comunidad contribuya a la protección de la especie, con apoyo de WCS, otras organizaciones, expertos y pescadores.

Investigadores destacan que muchas veces los pobladores no tienen claro cómo actuar ante un animal varado.

“Se han encontrado muertos, heridos, enfermos”, lamenta María Antonia Espitia, coordinadora de vida silvestre en la región del Magdalena Medio de WCS.

Huérfanos

Espitia califica al manatí como un animal “huérfano”, pues se trata de “una especie que no se ve casi, que es difícil de encontrar”.

Hay crías que han tenido que seguir su camino sin la madre fallecida y en los centros de rehabilitación puede verse a algunas desamparadas que sobreviven a punta de biberón.

“Que lo cuiden porque es una especie que ya está en vía de extinción, ya no se encuentran, es poquita las partes donde hay”, suplica Enrique Rivas, de 50 años y otro pescador de toda la vida, que también se considera un guardián del manatí.

Los manatíes son claves para navegar el río y encontrar peces, sostiene.

“Ellos protegen el río porque lo canalizan, donde hay animales de esos el río casi no se seca”, explica.

Nada es sencillo para los manatíes. Entre sus enemigos se encuentran, además la proliferación del búfalo en una región de tradición ganadera, y los cambios en el hábitat por culpa de especies invasoras como los hipopótamos que pertenecieron al capo del narcotráfico Pablo Escobar y se reproducen sin control en el Magdalena desde su muerte a manos de la policía en 1993.

Según la Fundación Omacha, en los ríos Sinú, Magdalena y San Jorge es susceptible a la caza por parte de pescadores y muchos animales quedan atrapados en ciénagas que se secan con fines de riego, lo que obliga a trasladarlos a otros cuerpos de agua, cuando no son sacrificados para consumo, esto ocurre principalmente al sur de Bolívar y en las ciénagas de Santander. En la Orinoquia, se dan casos de mortalidad en mallas, especialmente de crías y juveniles.

“Esta especie ha sido sometida a una intensa caza. Al principio se cazaba para comercializar aceite y carne, entre 1935 y 1954 se comercializaba su piel y, actualmente, se caza por motivos de subsistencia de las comunidades que habitan en su zona de distribución. Su tasa de reproducción es muy baja”, explica la Fundación Omacha.

De la misma manera, el Ministerio de Ambiente reafirmó su compromiso de trabajar por la conservación de esta y todas las especies que enriquecen la biodiversidad colombiana, admirada en todo el mundo.

Los manatíes, al igual que otro animal llamado dugong, hacen parte de un grupo conocido como sirenios. Este nombre se da a partir de la creencia de que estos animales originaron los antiguos mitos relacionados con las sirenas.

Colombia tiene dos especies de manatíes, el manatí del Caribe y el amazónico, siendo el primero más grande y pesado, características de las que carece el segundo.

Con el fin de protegerlo, el 7 de septiembre fue declarado como el Día Internacional del Manatí.